Muchas veces nosotros nos confiamos en personas en quien no debemos, esas personas tienen malas intenciones y nosotros no lo sabemos, no creemos que ellos puedan ser así, sin embargo, lo son y es por eso que debemos cuidarnos.
Ojalá todo pudiese ser como nosotros queremos, que las cosas funcionaran a nuestra manera y que la maldad no existiese en nuestro mundo, que cada persona se comportara de la manera adecuada ni perjudicara a los demás, pero al parecer es imposible.
Dicen que caras vemos y corazones no sabemos y esto es algo muy cierto ya que muchas veces creemos algo de alguien y la verdad es que esas personas pueden llegar a ser todo lo contrario, creemos que son personas de fiar cuando la verdad es que no.
Te decimos esto ya que hoy compartiremos la historia de una mujer de 24 años quien vivió lo peor y si ella no lo hubiese contado, no lo hubiese creído. Esperamos que te guste este post y te animes a leerlo completo.
El infierno existe y esta historia lo confirma
Esta historia habla acerca de una mujer de 24 años quien, en carne propia, vivió el infierno.
La historia de la chica comienza así.
“Fui violada, y fue mi amigo, alguien en quien yo confiaba. Cuando sucedió solo me sentía avergonzada y conmocionada, no sabía qué hacer, ni a quién podía contarle acerca de mi experiencia, no le dije a nadie y lo guardé para mí y seguí adelante.
Semanas más tarde regresaba a casa y me sentí débil así que me dirigí al hospital donde me realizaron pruebas y para sorpresa estaba embarazada. Hablé con ese hombre y me convenció de practicarme un aborto y decidí hacerlo.
Ese día, le pedí a Dios que me perdonara por lo que hacía y en ese momento morí y mi alma abandonó mi cuerpo. Veía a ese cuerpo sin vida en la mesa de abortos y poco a poco me elevaba sin embargo algo me empujo a un túnel oscuro, sin principio ni fin, estaba muy oscuro y solo había telarañas, se trataba del infierno.
Vi a una mujer que allí permanecía desde hacía cien años, con un dolor profundo y una agonía derritiéndose en las llamas, pasaba repetidamente y eso me hizo darme cuenta que me encontraba en el infierno.
De un segundo a otro, empecé a arder y me quería arrancar el cabello de las raíces ya que el dolor era insoportable, pero no era solo el dolor sino el sonido de los gritos de las demás personas que allí se encontraban, era ensordecedor.
También gritaba, pero cada vez que lo hacía me debilitaba más y más, rechiné los dientes, pero nada, no me sentía mejor, estaba sumida en un tormento profundo.
El olor a acre, el ruido, el dolor eran las peores sensaciones sin embargo la desesperanza y la amenaza total de que allí me quedaría condenada para siempre era lo peor.
En ese momento clamé a Dios por misericordia y allí a pareció Jesús, me llené de lágrimas y le pedí una segunda oportunidad para gritar “Jesús es el Señor” y así morir nuevamente y a eso el me respondió: “¿Cuántos segundos hay en un minuto? ¿Cuántos minutos hay en una hora? ¿Cuántas horas hay en un día? ¿Cuántos días hay en una semana? ¿Cuántas semanas tiene un mes? ¿Cuántos meses tiene un año? Y ¿Cuántos años has vivido en la tierra? Te he dado todos los segundos en tus años de vida y me has fallado”.
Le lloré aún más y le pedí misericordia, le supliqué por otra oportunidad incluso si regresaba sin manos ni piernas, solo le pedía aliento en mi nariz y le prometí contarles a todos acerca del infierno.
El me respondió: “Muchos se han ido de aquí para contarles, ¿qué te hace pensar que a ti te van a creer?” sin embargo no me cansaba de suplicar.
Jesús tuvo misericordia de mi, pero me advirtió de manera severa que predicara ya que de no hacerlo mi destino sería el infierno. Me dijo “Diles que no jueguen conmigo” y allí desperté”.
Como lo has leído, predica la palabra de Dios e irás al cielo, y serás enaltecido. Dios tendrá misericordia de ti.
Gracias por leernos.